El escritor e historiador David Porrinas fue uno de los ponentes destacados en el I Congreso Internacional sobre el Cid que, en colaboración con el área de Historia Medieval de la Universidad de Burgos, impulsó la Sociedad de Promoción y Desarrollo de la Ciudad de Burgos (ProBurgos) durante la Semana Cidiana. De hecho, Porrinas fue el encargado de clausurar la primera jornada de esta importante cita que congregó a más de 130 personas interesadas en la faceta histórica y literaria del Cid así como en el contexto de la época.
Porrinas es autor de “El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra”, una de las biografías más recientes y completas relacionadas con la figura del Cid y de otros estudios de gran interés como el titulado “Jerónimo de Perigord, Jimena Díaz, Rodrigo el Campeador y la conservación del Señorío de Valencia” en el que apunta el papel “esencial” que desempeñó Jimena Díaz y el obispo Jerónimo de Perigord en los intentos por conservar el señorío cidiano a través de un vasallaje con el papa Urbano II, tras la muerte de Rodrigo en julio de 1099.
Aunque tal y como apunta Porrinas ni el Cantar de mio Cid ni las fuentes más cercanas a Rodrigo Díaz resultan demasiado “generosas” para clarificar este aspecto, al menos permiten suponer que una de las pocas posibilidades de supervivencia que le quedaba al principado de Valencia conquistado por el Cid fue precisamente el establecimiento de una alianza con el papado, desarrollando para ello las mismas estrategias que otros señoríos estaban realizando.
“Particularmente importante es la secuencia de acontecimientos y acciones que llevaron a los reyes de Aragón de la segunda mitad del siglo XI a una asociación con los papas de ese tiempo. Rodrigo sería plenamente consciente y conocedor de esas maniobras aragonesas porque su principal aliado cristiano a partir de 1094 fue Pedro I de Aragón, el culminador de un proceso de acercamiento a la Santa Sede que había iniciado Ramiro I, había continuado y aumentado su padre, Sancho Ramírez, para terminar consolidando el propio Pedro. Por todo ello, el papel de Jerónimo en la preservación del principado cidiano valenciano no sería tanto militar, aunque no podemos descartar actuaciones bélicas, como político, pues a raíz de su consagración como obispo de la diócesis valenciana actuaría como nexo de unión, como agente necesario entre el matrimonio Díaz y el Santo Pontífice”.
Porrinas subraya que esta vinculación vasallática nunca llegaría a culminarse ya que, básicamente no hubo tiempo para ello. No obstante Jimena intentó hasta el final reforzar su vínculo con el Papa, tal vez para que el Santo Pontífice integrara Valencia dentro de los planes de la cruzada que Urbano II había predicado pocos años atrás y que había dado como fruto la conquista de Jerusalén por los cruzados europeos en 1099, año en el que fallecía el Campeador.
“Jimena emitió un documento a través del cual aumentaba las donaciones a la iglesia de Valencia y a su obispo Jerónimo, y por lo tanto al papa. En ese documento del año 1101 Jimena da a sus yernos el tratamiento de sus “hijos”, emplazándoles de algún modo a recuperar en el futuro lo que estaba en trance de perderse”.
Las conquistas territoriales de Rodrigo Díaz solo sobrevivieron tres años a la muerte de su artífice, y esto es así por las dificultades intrínsecas que para el gobierno de señoríos tenían las mujeres en estos momentos, más aún cuando esas entidades políticas eran de reciente creación y estaban alejadas geográficamente de potenciales aliados. El poder de la mujer no era inexistente, pero debía buscar cauces diferentes a las concepciones tradicionales de gobernanza –en las que la comandancia militar tenía un peso determinante–, canales más relacionados con la gestión, la administración y la preservación de la memoria conquistadora y gubernativa a través del fomento e inspiración de producciones culturales que suscitaran la legitimidad de un territorio vinculado al conquistador y su descendencia. Matilde, la esposa de Guillermo I de Inglaterra ejecutó con sus damas de corte, y con el estímulo de Odo de Bayeux, obispo medio hermano de Guillermo, el famoso Tapiz de Bayeux, donde se narra en imágenes la conquista de Inglaterra por su marido, y la consecución por Guillermo del trono inglés. Esos bordados contribuirían a reforzar la legitimidad del nuevo rey inglés y sus descendientes.
«Algo similar pudo hacer Jimena, con la ayuda de Jerónimo, para recordar que Valencia había sido conquistada por su esposo. No se servirían para ello de un equipo de bordadoras, sino tal vez de juglares y clérigos a cuya cabeza se situaría el obispo de Valencia. Es posible que parte de la tradición histórica y épica que desemboca en composiciones como la Historia Roderici y el Cantar de Mío Cid fuera iniciada por la viuda de un conquistador y un obispo, quienes con Valencia habían perdido un principado con posibilidades de evolucionar a reino, y un obispado que con el tiempo podría haberse convertido en arzobispado. Ese pudo ser el último intento desesperado de Jimena y Jerónimo para mantener, si no para sí al menos para sus descendientes, la ciudad y el reino conquistados con esfuerzo por Rodrigo Díaz, el Campeador» .
En cualquier caso, Jimena es conocida no solo por su matrimonio con el Cid si no por defender Valencia tres años después de la muerte de su esposo en un momento muy complicado donde era imposible frenar el poderoso avance de las tropas almorávides y donde las alianzas escaseaban.
Ahora, un mural diseñado y realizado por el artista burgalés Christian Sasa en el marco de la Semana Cidiana – ubicado en el Barrio de Cortes – recuerda y rinde su particular homenaje a Jimena: la mujer que en los incipientes años del siglo XII se quedó al frente del Señorío de Valencia.